Juan Ramón Jiménez es un poeta verdadero, uno de los más puros que España ha tenido y tiene. Nació en 1881 en Moguer, muy cerca de Palos de Moguer, de donde hace más de cuatrocientos años salieron las carabelas castellanas que descubrieron a América. Moguer y su campiña se sienten en las páginas de Platero y yo con un encanto único y singular.
Por ellas podemos saber también algo de cómo Juan Ramón vivía de pequeño en aquella tierra andaluza, limpia, suave y clara, donde se formó su espíritu. La alta posición social de su familia le ahorró la dureza de la lucha por la vida y le permitió consagrarse por completo a su vocación artística. Aunque estudió en la Universidad de Sevilla, no le llamaba Dios por ese camino, y desde muy joven encontró en la poesía el desahogo de su alma exaltada y sensitiva.
Cuando aún no tenía veinte años, su voz de timbre inconfundible fué escuchada en el mundo de habla española como la revelación de un gran temperamento poético original. Desde entonces Juan Ramón Jiménez ha vivido sólo para su arte, realizando el milagro, rara vez logrado por ningún artista, de la perfecta identificación entre la vida y la obra.
Quiero decir con esto que su obra es la expresión fiel y sincera de su alma, que ningún esfuerzo ha sido ahorrado para lograr la mayor perfección e intensidad, que ninguna consideración fuera de este ideal artístico ha tenido cabida en el alma del poeta, el cual marcha, puro y abnegado como un santo, a la busca de su ideal sin concesión alguna a ningún otro interés humano.
Ni ambición de dinero ni de fama pueden arrastrar a un poeta como éste a ceder a las demandas del gusto público y acostumbrado; nada le mueve fuera de la propia satisfacción.
Ha sido siempre Juan Ramón Jiménez reconcentrado y solitario. Pero no se ha aislado de los hombres por falta de amor sino por exceso de sensibilidad. Su obra de juventud muestra bien claramente el tesoro de ternura que encerraba su alma enferma de ansia de amor no satisfecha, de melancólico disgusto por todo lo que es bajo en la vida.
El poeta, que aún es joven, al llegar a la virilidad, con un hogar amoroso y tranquilo, rodeado de la amistad fervorosa de tantos admiradores selectos próximos y lejanos, parece haber entrado en una época de plenitud y serenidad.
Hoy ya se le considera como un clásico: se le estudia, se le reedita, se le traduce. La Hispanic Society of America ha reconocido el hecho de esta consagración mediante la publicación de un bello tomo de Poesías escogidas por el autor mismo, magnífico homenaje de los Estados Unidos a la moderna poesía española.
A pesar de todo esto Juan Ramón Jiménez no es un poeta popular, es decir, no es un poeta para todo el mundo. Es uno de esos poetas amados siempre por un público tan grande como sea el número de espíritus educados y selectos.
No quiere esto decir que Juan Ramón Jiménez sea amanerado y difícil; al contrario, nadie más sencillo y puro. Entre tanto poeta como ahora cultiva el artificio del fondo y de la forma, Juan Ramón Jiménez, tan moderno como el que más, se distingue por la sencillez y la sinceridad.
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